sábado, 5 de julio de 2014

Hay libros que vale la pena dejar a un lado.


Vivo presa de pánico. Cada día me levanto e intento deshacerme de sueños, deseos y legañas con un buen lavado de cara. Como si las gotas de agua fuesen a llevarse las ilusiones que llevan persistiendo años. Será que nunca me canso de engañarme, y por tanto trato de confiar en que hoy es un nuevo día, y que me espera una realidad distinta.
Llego a clase cansada pero sonriendo, aguardando el día que me depara el destino. Y él sigue en las escaleras distraído. Yo cruzo por su lado esperando que me espere a mí, y él me mira y saluda con la cabeza esperando que no le espere.
Desde que hablé con él las cosas ya no son como antes. Escribir no alivia tanto y llorar escuece más. La cabeza me da muchas vueltas, y por eso ya no me preocupo por caer. A veces me pregunto incluso porque me levanto, si en cuanto lo haga volveré a girar de nuevo y tropezar con mis propios problemas.
Lo miro por última vez. Su sonrisa marchita parece refulgir cuando suben otras chicas. Y es que aunque no me canse de repasar su libro, él ya hace tiempo que pasó página y dejó de leerme.

2 comentarios:

  1. Entiendo esa sensación pero sigo esperando que un día, de nuevo coja el libro donde está escrita nuestra historia. Algún día descubrirá que me necesita y entonces seré yo la que haya pasado página.
    Hermoso texto.
    Un besazo <3

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    1. El problema está en cuando ser paciente supera tus límites y asumes que él ni siquiera va a rozar la cubierta del libro, y que éste no para de guardar polvo.
      Un besazo para ti también.

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