jueves, 30 de julio de 2015

La magia del momento.

A veces tienes que sufrir para escribir un buen texto. Sangrar la palabra, sentir cada letra, y notar como un pedazo de ti se pierde en la inmensidad del caos que llevas dentro.
Nunca quise ser de las que dan todo y no ganan nada, de las que arriesgan y pierden, de las que lo pasan mal, y cuando se reconstruyen se ven bombardeadas de nuevo. No sabía, o más bien no quería saber, lo que el amor implicaba...
Las relaciones no deberían medirse por días, ni por horas, ni siquiera por momentos bonitos; sino por intensidad. Yo prometo que la tormenta que llevo dentro no es nada comparada con el mar en calma de la rutina.
En la vida lo importante no es pisar sobre seguro, cerrar los ojos ante el miedo, y disfrutar de lo que ya tienes. Es querer ir un paso más allá, y luchar, aunque sea por una simple y mísera oportunidad. Querer es poder. Necesitar es poder. Y yo te prometo que mientras el cielo siga estando sobre nosotros habrá algo que nos una, algo por lo que luchar.
Me da igual que el tiempo no juegue a nuestro favor, que los finales felices sean obra de un mal chiste, y no me importa romperme las medias al caer al suelo vencida por la desilusión. Cuando tienes un propósito, una idea, la esperanza de un sueño que está por cumplirse, las barreras acaban rompiéndose solas.
Por eso pienso guardar la intensidad de este momento, porque aunque el tiempo pase, aunque el texto esté cargado de incertidumbre, de faltas de cohesión, de nudos en el estómago, el recuerdo de la ilusión, de la magia, del porvenir, está latiendo en cada sílaba de cada palabra.
Espero que tantas ganas no queden en nada.


miércoles, 1 de julio de 2015

Correspondencia ajena II

Una vez más me sumo a la propuesta de Lolita y os dejo una pequeña parte de mí para que me entendáis mejor y así, tal vez, comprenderme yo misma mejor a mí también.

                                     Emisor: tú ; Receptor: Alguien que te hizo Daño

Querido tú,
Volvemos a encontrarnos entre mis letras, una vez más, mientras la razón me grita que te olvide y tú te alejas como siempre hiciste.
No te culpo por hacerme daño, la verdad. Han pasado tantas cosas desde entonces que sería ridículo hacerte cargar con todas las culpas de mis sueños rotos y de los recuerdos teñidos de la esencia de un tiempo mejor. 
Aun así, no te equivoques. No pienso darte las gracias por todo este dolor, por enseñarme a querer y a que el amor duele. No te mereces nada más, y juro que yo no pienso darte más razones para que sigas creyendo que eres ese alguien que me hizo daño, y te sientas orgulloso por ello, o culpable.
Me duele tanto el cuerpo de soportar tus mentiras, tus sonrisas, tus idas y venidas y tus promesas lanzadas a quemarropa, que ahora sólo pienso en no pensar en ti.
Se acabó el culparte, y el creer que todavía te debo algo, se acabó todo, y te escribo porque después de tantos suspiros y lágrimas, quiero que sepas que el tiempo nos venció, o al menos acabó con la idea de poder estar juntos.
Por eso, no quiero ser tu amiga, ni tu carga, ni tu logro; la razón por la que pavonearte delante del mundo, ni por la que sentirte mal. Simplemente quiero que cojas todo el dolor que me hiciste algún día y lo vuelvas pura indiferencia, como juro que yo estoy haciendo.
Y si me ves por la calle caminando, con la cabeza gacha y el paso firme, y dudas entre sonreír o mirarme con pena, simplemente baja la mirada y olvida que algún día nuestros ojos se cruzaron.
                                                                                                           Atte, nunca y siempre tuya.