Su piel pálida, sus labios rosas y su cabeza dando tumbos
por mantenerse en su sitio. El pelo baila de lado a lado al son de sus
movimientos, mientras que los pies le gritan que pare, que ya no puede más.
Pero bueno, no hay fiesta que acabe sin pinchazos en las piernas ni miradas
ciegas que aunque no ven si sienten.
Camina, que no es poco, sin caer del precipicio de sus
tacones de aguja. El cansancio le tiende la mano entre las sombras, pero ella
se niega y se repite que la noche es joven y que ella lo es con ella. Pero su
cuerpo no opina lo mismo, y se tambalea cada vez más débil sobre sus talones.
Está mareada. Ebria de alcohol y puede que de algo más. La
música incesante la invita a seguir su ritmo, y ella se dice que sí que puede,
que sí joder, sí puede. Mientras tanto todo se rinde. El maquillaje se disuelve
entre el sudor que emana el calor de su cuerpo, y su cordura está cercada a
buen recaudo bajo dos nuevos chupitos de tequila que le queman el esófago y le
avivan el espíritu.
Engañada por la traición siempre cae en la misma trampa que
se tiende ella misma. Amor que todo lo puedes, amor que todo lo ganas. Ahí
tienes su piel pálida, sus labios rosas y su compostura; todo lo ha perdido
intentando ahogarse el corazón a base de bebida.