jueves, 26 de junio de 2014

Llorar sobre mojado.

Suena Simple Plan.
Yo me sumerjo entre sus letras y me dejo llevar por el mar de sentimientos que me inunda.
Tomo la música como bote salvavidas y confío en que amaine la tormenta.
El sol ya no brilla, pero al menos la canción no cesa.
Cada corchera, cada blanca e incluso cada silencio me llevan a un mundo imaginario donde las reglas son flexibles y los sentimientos se evaporan. 
La única droga que me vuelve ebria es la música.
Me convierto en su discípula y la sigo en todo lo que me dice, en lo mismo que dice siempre.
La melodía de cada día suena cada vez más suave.
Me asusto.
Pienso que estoy perdiendo el control; que la música me abandona.
Intento actuar de otro modo, cambiar las reglas, seguir probando.
El mismo ritmo, la misma letra; todo se disuelve.
Lloro aún más fuerte, pero la canción no me corresponde y va a menos.
Me pongo histérica, de los nervios.
Sólo cuando vuelvo a estar sobria me doy cuenta de lo ilusa que he sido.
Sólo cuando sus mentiras no tienen efecto, veo lo ridícula que me he vuelto.


 A veces, aunque nos guste mucho una canción, hemos de saber cuando se vuelve una adicción y cuando simplemente la escuchamos por gusto.
A veces, por mucho que nos calmen las palabras, hemos de saber cuando son ciertas y cuando a la larga nos hieren.  

1 comentario:

  1. No sé si soy yo, pero veo que apenas comienzas, Tienes unos textos muy lindos... Y creo que seré tu primera seguidora jaja

    Espero te pases por mi blog y te unas :3 http://nectarlunar.blogspot.mx/

    Un beso!

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