sábado, 31 de enero de 2015

Incongruencias.

Hace tiempo que la sangre de mi cuerpo fluye al ritmo de una sintonía acelerada. Tan pronto se agolpa en la cabeza, como cae de bruces sobre mis pies. Baila y sigue su son sin preocuparse de qué pueda pasar. Está harta de hacer caso a órdenes que se cuestionan continuamente, que no quieren vivir siendo ellas. El corazón late despacio marcando cada nota, cada ausencia, y cada esencia. La sangre no me llega a los dedos, y es que por mucho que necesite escribir, la realidad asfixia mis ideas y las hace quebrarse en mil esquirlas. Un sueño hecho pedazos de un puzle sin respuesta, donde las piezas una vez rotas ya no se vuelven a unir.
Y es que aunque quiera no quiero. Aunque las palabras luchen en mis labios, el miedo es demasiado recio. Y así se consume la saliva, que ni puede ni al final quiere salir de su cueva y reclamar aquellas palabras que son suyas. Y así la sangre, harta de subir, bajar y contravenirse, se rinde a la rutina, y vuelve a fluir normal de nuevo. Llevando cada gota a cada parte del cuerpo donde éste seguirá luchando por expresarse y continuará rindiéndose a dos centímetros de la línea de llegada.
Así es el deseo de algo imposible, así es el veneno que cura y mata por dentro. Así son las incoherencias y sinsentidos de un cuerpo que no sabe qué responder a sus impulsos. 


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