Creía que a medida que avanzaba su paso era más firme, pero la verdad es que cuando nadie miraba le temblaban las rodillas.
Creía que llorar con la luz apagada dolía menos, pero lo cierto es que en la oscuridad las heridas seguían abiertas.
Creía que sonreír la haría más fuerte, y sin embargo su risa se torcía con cada problema de más.
Creía que soñar con los ojos abiertos era surrealista, pero ella no conocía otro modo de hacerlo.
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